Para qué?

Introducción 

El cáñamo (cannabis en latín) es una de las plantas que primero comenzó a cultivar el hombre. Hacia el 3.700 A.C. su cultivo se había expandido desde su área de nacimiento, en China, hacia la India, y Oriente Medio, el Valle del Nilo y Europa Oriental, además de otras zonas, en América y en el África Subsahariana en las que también es una especie autóctona. En el siglo I D.C., el Pen Ching, una recopilación que recogía el legado de miles de años de medicina tradicional china ya habla ampliamente de las propiedades del cáñamo (que básicamente, son las mismas que se conocen hoy). Respecto al Mediterráneo Occidental, Se han encontrado ánforas con restos de cannabis en barcos de guerra cartagineses hundidos durante la I Guerra Púnica. Y se sabe que en la Roma imperial el cannabis costaba más caro que el opio. El cáñamo es una de las sustancias más utilizadas en la farmacopea tradicional europea desde la Edad Media hasta el siglo XX, en el que la industria farmaceútica, con sus derivados sintéticos y compuestos químicos, gana el pulso a las sustancias tradicionales. Tras miles de años de convivencia con la humanidad sin problemas, el cannabis se prohíbe por primera vez en Estados Unidos en 1937, con la Marijuana Tax Act. Desde entonces, una feroz campaña represiva y propagandística ha deteriorado la imagen de la planta ante los ojos de buena parte de la opinión pública mundial. En los últimos años, se han producido algunos nuevos descubrimientos sobre las aplicaciones terapéuticas para enfermedades de nuestro tiempo (SIDA, cáncer...) y se han re-descubierto muchas de las aplicaciones conocidas desde hace miles de años para otras dolencias (dolores de espalda, nauseas, dolores provocados por la menstruación, insomnio, etc.). Por todo ello, la planta ha vuelto a saltar a la palestra, aunque muchas veces la opinión pública (empezando por los propios médicos) no sepa mucho sobre el cannabis o sus auténticos efectos, dejando de lado los falsos mitos y la propaganda de los responsables de la lucha antidroga.    

Efectos 

La medicina tradicional describe perfectamente los dos efectos más importantes del cannabis sobre la salud: su valor analgésico y su utilidad como antiinflamatorio. En principio, el primero, provocado principalmente por el THC, se da en mayores proporciones, aunque esto depende del tipo de marihuana que se consuma. Las hierbas más ricas en CBN suelen tener un mar efecto antiinflamatorio (y por eso broncodilatador). El efecto analgésico se explica, según recientes investigaciones, el THC actúa en las mismas regiones del cerebro en la que se detecta actividad al consumir cualquier opiáceo, claro que sin las graves contraindicaciones de éstos últimos, tales como la adicción que genera. El efecto antiinflamatorio se produce porque el cannabis, como buen vasodilatador, favorece la circulación sanguínea y relaja los músculos. Además de estos dos efectos señalados, hay otros más difíciles de medir pero que también contribuyen al bienestar del paciente (bienestar general, predisposición para el descanso, etc.).   

Modos de Consumo  

El cannabis que se debería utilizar para casos de uso terapéutico no debería ser hachís comprado en la calle, sino hierba -a ser posible cultivada por el enfermo o por alguien de su confianza- dado que es el material del que podemos estar completamente seguros de que no está adulterado con sustancias perjudiciales. Teniendo en cuenta que el hachís (en realidad un concentrado de THC) es muy útil en los casos en los que se use por su efecto analgésico, también valdría su uso, pero siempre que sea material de calidad. En estos casos en los que se buscan sus propiedades analgésicas, la dosis que se ha de consumir tiene que ser la de la mínima para ser efectiva (como debería ser en el caso de todos los analgésicos, aunque a algunas empresas farmacéuticas no les parezca bien).

Vía pulmonar 

En principio es el método por el que se mejor se asimilan los principios activos del cannabis. El punto negativo es que introducir en los pulmones humo procedente de una combustión no es bueno, por lo que puede favorecer la aparición de diversas enfermedades. Por ello esta vía es desaconsejable para quienes sufran problemas respiratorios como el asma o enfermedades como la bronquitis. Además, si el paciente no es fumador, puede resultar perjudicial que comience ahora. Para estos casos, además de poder consumir cannabis por la vía oral, existe la opción de los vaporizadores, que permiten absorber por vía pulmonar los cannabinoides sin necesidad de que haya combustión y por lo tanto, sin humo.  

Vía oral

Aunque se absorban menos principios activos, se asimila de golpe toda la dosis, lo cual resulta efectivo. Obviamente, este modo de consumo evita los riesgos de la ingestión de humo, por lo que en principio resulta menos agresivo para el organismo. Adjuntamos algunas recetas de básicas que permiten el consumo sin riesgos y pudiendo calcular bien la dosis. Ojo, los cannabinoides no se disuelven en el agua, así que las infusiones de maría no son lo más efectivo. Es mejor disolver los principios activos en alcohol o aceite. -Aceite de cannabis: tomar algunas hojas secas de cannabis, reducirlas a pequeños pedazos y añadir aceite (por ejemplo, aceite de oliva), de tal manera que la planta quede completamente cubierta por el aceite. Se debe mantener en un sitio frío y oscuro durante tres semanas. Y agitarlo un poco cada día. Filtrarlo utilizando un colador. Puede utilizarse parauso externo o interno

-Tintura de cannabis: La tintura de cannabis puede ser utilizada directamente o disuelta en bebidas o comidas, o vaporizada. Para vaporizar la tintura se pueden emplear un vaporizador comercial o el sistema de papel de plata viejo. Con una cuchara de té y con papel de plata, poner unas gotas en ella, calentar con cuidado con una vela hasta que el alcohol se evapore. Se inhala utilizando un tubo pequeño (por ejemplo, el tubo de un bolígrafo). 

Receta I:
Se toman de 3 a 5 partes de alcohol (por ejemplo, brandy o alcohol etílico de la farmacia, al 40-70%) y una parte de hojas o flores de cannabis (por ejemplo, 25 gramos de marihuana y 100 mililitros de alcohol). Manténganse en un sitio oscuro y frío durante 10 días. Remuévase de cuando en cuando. Colarlo utilizando un colador. Mantener la tintura obtenida en un sitio frío y oscuro (por ejemplo, en la nevera), así su eficacia podrá mantenerse durante semanas o meses.

-Tintura de cannabis (II), que concentra los componentes activos de la planta. Se necesitan marihuana (de cualquier calidad, buena o mala, hojas o flores), alcohol etílico al 96-99% (por ejemplo, de la farmacia), un tarro que pueda ser cerrado (por ejemplo, un tarro de mermelada), un filtro de café o un pedazo de tela (por ejemplo, un pedazo de camiseta), un plato hondo o una sartén y una botella con un cuentagotas.
Reducir el cannabis a pedazos pequeños y ponerlo en el tarro. Cubrirlo con suficiente alcohol. Mantener en un lugar oscuro y frío durante una semana. Remover cada día. Colarlo empleando el filtro de café o la tela. Exprimirlo hasta sacar la última gota de alcohol. Se puede repetir este proceso varias veces, al menos una, mejor dos; entonces se puede poner de nuevo el cannabis en el tarro y cubrirlo con alcohol. Finalmente, se debe poner el alcohol (tendrá un color verde) en un plato hondo. Mantener en un sitio templado y ventilado, así el alcohol se evaporará y aumentará la concentración de los cannabinoides de la tintura. Esto puede llevar diez días. Cuando se haya evaporado suficiente alcohol, se debe poner el extracto en una botella con el cuentagotas.
Para conseguir aceite de cannabis se debe evaporar todo el alcohol de la tintura hasta que el extracto tome la apariencia de una pasta oscura (similar al alquitrán). Se puede colocar el tarro en un sitio cálido para acelerar el proceso de evaporación. No se debe colocar al sol, porque se puede destruir rápidamente el THC. No debe ser calentado, por el riesgo de explosión del alcohol.